domingo, 28 de junio de 2020

DESDE LA VENTANA

La fotografía de naturaleza generalmente obliga a proyectar la mirada a esos espacios alejados de los entornos urbanos. Sin embargo, en las ciudades y pueblos convivimos con muchas criaturas que se atreven a compartir su hogar con nosotros. Muchas veces estos buenos vecinos pasan inadvertidos o no tomados en cuenta al momento de fijar nuestras miradas con propósitos fotográficos. 

Este año la humanidad tuvo que afrontar una amenaza alarmante causada por la proliferación del coronavirus Covid-19. La medida más recomendada para minimizar el riesgo de contagio ha sido el aislamiento social físico y esto nos ha obligado a permanecer en nuestros hogares sin la posibilidad abierta de visitar las áreas silvestres para practicar la fotografía.   

Pero en este mundo lleno de contrates, detrás de todo la malo siempre hay algo bueno... En muchos rincones del planeta la naturaleza se ha hecho más visible en los entornos ocupados por la gente. De alguna manera, esto ha permitido fijar la mirada en lo que siempre había estado allí, generando asombro y admiración. Poco a poco, el contacto con la naturaleza (bajo el principio del respeto) se ha vuelto un anhelo y está calando en la conciencia de la gente más sensible...

En mi caso, cada día la ventana de mi habitación se ha convertido en una suerte de televisor en 3D donde paso largos ratos contemplando un pequeño jardín que da hacia un estacionamiento... en esta aventura de descubrimiento que sirve además para meditar y reflexionar, he visto y escuchado una gran variedad de aves, siendo las más comunes las paraulatas, múltiples colíbries, los zamuros, el pico de plata, el caricare sabanero (Milvago chimachima)los azulejos de jardín, los canarios de tejado, los querre querres, los chirulíes o capa negra y las pequeñas tortolitas. Otras que están presentes, pero distantes son los alcaravanes que me despiertan cada día con su alharaca mientras sobrevuelan la ciudad de Mérida, en los Andes Venezolanos... y los loros guaros y las guacamayas enanas (Ara severa) que anuncian el atardecer y la proximidad de la noche de cada día. Así mismo, cada vez que va a llover se manifiesta un despliegue de golondrinas danzando en medio de los nubarrones... Por la noches escucho el ulular de los pequeños búhos que tienen su refugio en un viejo árbol junto al estacionamiento; y he sido testigo también, con gran asombro, de cómo un gato doméstico callejero se comía a un gallito lagunero frente a mi ventana... 

Todo este maravilloso drama de la vida transcurre diariamente y era antes ignorado porque estábamos concentrados en nuestras labores domésticas cotidianas que tanto nos distraen y alejan del entorno.

Esta experiencia de observación, me fue motivando a tomar mi cámara fotográfica y acá les muestro unas pocas imágenes de esta aventura sin salir de casa. Espero sean de su agrado y los inspire a practicar el sano ejercicio de la observación y la contemplación. Haz clic sobre la imagen que quieras ver más grande.

"Al final, solo conservaremos lo que amamos. Amaremos solo lo que entendemos. Y entenderemos solo lo que nos han enseñado." — Baba Dioum, 1968.

Hembra de chirulí o capa negra

Macho de chirulí o capa negra

Canario de tejado


Tortolita




Querre querre