Eran casi
las 7 de la mañana en aquel sendero del bosque nublado andino cuando súbitamente escuché un
leve sonido entre la vegetación. Me detuve y dejé casi de respirar para
observar lo que parecía ser un animal grande. La luz solar aun no llegaba con
la intensidad necesaria para aclarar el dosel del bosque. A los pocos minutos
de mantener mi actitud de estatua viviente, algo revoloteó en la copa de un
gran árbol y pude notar que se trataba de un ave grande. Por la forma de su
silueta pude ver que era una pava de monte, pero ¿cuál especie?. Seguí
observando atentamente hacia el techo del bosque y poco a poco noté que había
más de un individuo, pude contar hasta 6.
Aparentemente, ya había dejado de parecer un peligro para esas aves y ellas comenzaron a
revolotear con más naturalidad. Algunas caminaban en las ramas altas con la misma habilidad de un
equilibrista. Al rato el sol calentó sus plumas, mientras ellas abrían y cerraban los ojos en señal de placer por la cálida bendición. No obstante, en el sotobosque donde me encontraba, el ambiente estaba todavía frío y se sentía como aire
acondicionado al máximo… mi respirar pausado producía un leve vapor. Pude tomar
algunas fotografías, sólo para dejar testimonio de aquel encuentro ya que no había casi luz y en consecuencia las fotos eran medianamente aceptables desde el punto de vista
artístico. Seguí recorriendo por un buen
rato el sendero maravillado con la exhuberante vegetación y las pequeñas criaturas que nunca dejan de sorprenderme
(mariposas, hormigas, pequeñas aves…).
Al cabo de
una hora, regresé sobre mis pasos y de pronto una pava saltó y voló
sigilosamente entre los estratos bajos del bosque. La escena era digna de un
documental sobre aves prehistóricas, y me vino a la mente la imagen de un Archaeopteryx.
El ave aterrizó sobre el suelo y comenzó a alimentarse de hormigas y de unos pequeños frutos.
Mantuve mi distancia y gracias al lente de 300 mm que llevaba en mi bolso, pude "acercarme" para tomar algunas fotos interesantes. En ese
instante ya pude identificar que se trataba de una Penelope montagnii, conocida comúnmente como "pava de monte", "de montaña" o "andina". Sus patas cortas y coloradas, y el pico amarilloso, me ayudaron a
identificarla ya que fácilmente puede ser confundida con la especie Penelope argyrotis. Contrario a lo que uno podría esperar de un
ave de este tamaño, tan parecida a una gallina (de la cual son parientes junto a las guacharacas y paujíes), las
pavas andinas vuelan relativamente bien. A menudo se lanzan al vacío y se
desplazan de un árbol a otro, alternando aleteos y planeos.
Las pavas,
junto a otras aves como tucanes, cotingas, quetzales, guácharos y torcazas,
pertenecen al grupo de las grandes aves frugívoras. Estas criaturas son muy
importantes en el funcionamiento de los bosques, ya que son las principales
consumidoras de frutos grandes (de más de 1 cm de diámetro), los cuales suelen
pertenecer a árboles de lento crecimiento y maderas duras, propios de las comunidades climax. Al consumir estos frutos, las grandes frugívoras ayudan a
dispersar sus semillas, las cuales regurgitan o arrojan junto con sus
excrementos. Entre los frutos grandes consumidos por las pavas andinas destacan
los de diversas especies de Lauráceas (de los géneros Ocotea, Nectandra, entre otros), conocidas como
"aguacatillos" o "laureles".
Desafortunadamente,
tanto las grandes aves frugívoras como los árboles cuyos frutos les dan
alimento, están hoy amenazados de extinción. Las pavas de monte requieren
grandes extensiones de bosque para poder encontrar suficiente comida y son los
primeros pájaros que desaparecen de una región donde el bosque es talado y
reducido a pequeños fragmentos. Los árboles con grandes semillas son
perseguidos por doquier para aprovechar sus excelentes maderas y cada vez son más escasos. Por esta
razón, cada vez hay que viajar más lejos en las montañas andinas para encontrar
comunidades completas de grandes aves frugívoras. Sorprendentemente, la pava
andina ha logrado sobrevivir en parches pequeños de bosque, donde otros
frugívoros ya se han extinguido. Es posible que esta supervivencia se deba a la
dieta variada que ellas tienen, la cual también incluye muchos frutos pequeños,
así como brotes tiernos y flores de diversas plantas.
En muchas
regiones, la pava andina es perseguida como ave de caza, lo que la ha vuelto
tímida y escasa e incluso ha llegado a desaparecer por completo en muchas zonas.
Este encuentro fortuito que tuve con una bandada de pavas andinas, me indica
que al menos el Parque Nacional Sierra Nevada ha servido para garantizar su
supervivencia en algunas de sus áreas. Es una prueba de que cuando se les protege
y no se les persigue, ellas pueden prosperar y se habitúan fácilmente a la presencia humana, llegando incluso a volverse muy
mansas.
A
continuación verán el resultado de este transitar por un sendero del mágico
bosque nublado andino. Ojalá ustedes puedan también ser protagonistas de
encuentros de esta naturaleza. Haz clic sobre la imagen que desees ver más grande.
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